lunes, 4 de marzo de 2013

0 Crítica: Escritos sobre la vida civilizada

Un libro especial para todo el que quiera conocer un poco el pensamiento del naturalista, abolicionista, padre ideológico del concepto de desobediencia civil, caminante y escritor americano del siglo XIX, Henry David Thoreau.

Hace unas semanas me sorprendió encontrar este libro, publicado el año pasado en formato digital, y editado por Antonio Lastra. Suelo tener mala opinión de las ediciones de los textos de Thoreau en castellano, pero tengo que admitir que este libro no es otro tópico, que trate exclusivamente "Desobediencia civil" y "Una vida sin principios", al margen del conjunto de su pensamiento. Quien conozca a Henry Thoreau debe saber a lo que me refiero: se trata de un autor lúcido, crítico, que no acepta ninguna idea absoluta sin someterla antes a juicio, y que tiene como primer paso para toda reflexión cuestionar el planteamiento de su interlocutor.
Esta compilación de textos lo refleja fielmente; en ella encontramos varios de sus ensayos dedicados a la sociedad, la civilización y la moral. Entre los más destacables, además por su novedad, se encuentran "El servicio" (The Service, 1840), "El paraíso (para ser) recobrado" (Paradise (To be) Regained, 1842) y los tres ensayos sobre el capitán John Brown: "Defensa", "Martirio" y "Los últimos días" (A Plea for Captain John BrownMartyrdom of John Brown, y The Last Days of John Brown, 1860).

Al margen de los textos sobre John Brown, y la importancia de otros tantos en la crítica hacia la esclavitud, y la defensa del individualismo y la desobediencia civil (este discurso también se encuentra en la compilación), cobran importancia los dos primeros ensayos: "El servicio" y "El paraíso (para ser) recobrado".

El servicio
Aunque data de 1840, no fue aceptado en la revista de su amigo Emerson, The Dial. El motivo es que la idea defendida, el reclutamiento al que se refiere a lo largo del texto, va en contra (al menos por un camino distinto) del pensamiento transcendentalista que se estaba consolidando en su entorno. De este modo, vemos que defiende el acercamiento al mundo, a lo circunstancial, o a lo existente, en lugar de acudir (como defenderá Emerson en The Transcendentalist, 1842) a una concepción metafísica. Thoreau afirma que "el hombre es una circunstancia en sí mismo".
Además, hay dos aspectos que resultan curiosos en este texto; el primero es la referencia a la guerra, que para Thoreau es una manifestación armónica y valiente de la vida, que no se queda en la comodidad de la paz doméstica. Ir a la guerra, o generar un enfrentamiento, es desarrollarse como persona, poner en duda o en peligro todo lo seguro, acercarse a la melodía del mundo (aunque cada uno deba seguir su propio ritmo).
La segunda es la recurrencia al pensamiento oriental, sobre todo al Tao; "el más fuerte es siempre el menos violento" (Thoreau conoce bien la filosofía taoísta, en la que lo importante no es la fuerza bruta, sino dejarse llevar).

El paraíso (para ser) recobrado
En respuesta a un libro de John A. Etzler, contemporáneo suyo, escribe una crítica sarcástica a lo que hoy denominaríamos como positivismo. Etzler, en un libro que lamento mucho no haber encontrado traducido al castellano (The Paradise within the Reach of all Men, without Labor by Powers of Nature and Machinery. An Address to all intelligent Men, 1842), expone la posibilidad de crear paraísos artificiales, dominar las fuerzas naturales y crear sistemas de energía que nos ahorren trabajo físico. Muchas de estas ideas, de hecho, forman parte de nuestra actualidad; otras aparecen todavía en el cine de ficción.
La crítica de Thoreau se centra en el aspecto ético: "conviene al moralista que se pregunte qué podría hacer el hombre para mejorar y embellecer el sistema", y no al científico. Por otro lado, va a analizar de forma positiva algunos sistemas de obtención de energía (del sol, mediante espejos; del viento, con molinos; etc.) que hoy en día denominamos renovables. La razón de Thoreau es distinta: no usar la vida animal para nuestro beneficio. Se puede enunciar su idea así: No deberíamos ser un dios para la naturaleza.

Los últimos textos quizá han sido tratados demasiado y han adquirido tanta importancia que no representan una novedad. La publicación especialmente de estos dos ensayos nos da una clave sobre Thoreau y nos muestra la importancia que, desde el siglo XIX, tienen el pensamiento científico por un lado, y el naturalista por otro, en la sociedad, y que llega hasta nuestros días.

Un apunte malo a este libro quizá sea la vaga introducción que hace Antonio Lastra, que incluye información básica, pero ningún análisis que realmente resulte interesante.

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